miércoles, 6 de agosto de 2008

A vueltas con De Juana

Joseph Goebbles sabía muy bien del poder de la propaganda y con maestría la utilizó para sus fines. Los medios de comunicación modernos son perfectamente conscientes de que de facto son ese cuarto poder, un recurso que siempre está disponible para cuando la situación requiere que determinada noticia se agite o se pase de puntillas por ella. En el caso del etarra De Juana Chaos confluyeron estos resortes interesados de determinados medios de comunicación y, para crear un agravamiento aún mayor del asunto en la mentalidad colectiva, se adhirieron asociaciones de víctimas y partidos políticos.

Los medios crean estados de opinión, y venden problemas sacados oportunamente a la luz en determinadas situaciones, creando la ilusión de que están sucediendo por primera vez, o generando una sensación de agravamiento de ciertos asuntos como si estuviéramos al borde del abismo.

Uno se pregunta si aquella oleada de hace algunos años de perros asesinos fue un virus extraterrestre o si un buen puñado de estos animales formaron un contubernio para atacar seres humanos. Durante algunas semanas raro era el día en que no aparecía un caso. ¿Nunca antes lo hubo? ¿Nunca después? Lo mismo sucedió con execrables casos de violación y asesinato que, probablemente por la saña con que los criminales se cebaron en las víctimas, fueron morboso tema de portada durante buenas temporadas. En un esfuerzo memorístico parece que nada pasó entre las niñas de Alcàsser y Sandra Palo. Sin embargo las violaciones continuaron produciéndose en los años que median entre ambos casos.

En este tipo de ejemplos el comportamiento de los medios suele responder a las ventas que produce el morbo, pero a la vez contribuyen enormemente a generar una alarma social que, aunque no siempre podamos decir que es injustificada, si puede llegar a tener ciertas consecuencias no deseadas. El clamor de la calle puede traducirse en una salida a la palestra de las autoridades políticas que en virtud de calmar por un lado dicho clamor, y por otro anotarse un tanto ante la ciudadanía, especialmente si hay citas electorales a la vista, prometen la tipificación de nuevos delitos, reformas del Código Penal o endurecimiento de penas. En muchas ocasiones, como ya hemos visto, provocando desajustes y agravios entre las penas previstas para determinados delitos, castigando al que está en boca de todos por encima incluso de otros que objetivamente conllevan una mayor gravedad.

En el caso De Juana Chaos el clamor iba un poco más allá, abogándose para dicho reo un cierto tipo de medidas más próximas al llamado derecho penal del enemigo que al que sería deseable en un Estado de Derecho. Probablemente pocos de quienes se lanzaron a la calle en aquellos días conocían los entresijos del caso, lo que se estaba debatiendo o los detalles del proceso legal (no siempre claro y coherente, por otra parte, tanto desde las autoridades judiciales como desde el Gobierno). Se había generado la ilusión de que el Gobierno iba a liberar a un asesino de ETA. Eso era suficiente para tomar la calle. Parecía que era la primera vez en la historia que un etarra salía de prisión.

Reclamar a la ciudadanía conocimientos suficientes como para juzgar las cosas por si misma de un modo sólido se antoja una utopía. Es, por tanto, comprensible que no sepan cómo funciona el régimen penitenciario, qué beneficios y reducciones había conseguido el etarra, porqué y cuándo (léase bajo que gobierno), qué determinaba el Código Penal con que fue juzgado (las variaciones en la norma son en derecho no retroactivas salvo en beneficio del reo), porqué se le pretendía mantener en la cárcel y porqué se le llevaba a un hospital o se le alimentaba a la fuerza. Tampoco, y es lamentable, se les supone conocedores de los principios que rigen el ordenamiento legal del Estado de Derecho, especialmente el criterio de la pena como medio de reinserción. Lo alarmante de todo esto es el poco esfuerzo que se hace en explicarlo, y lo peor, es ver a representantes políticos, que en otro tiempo dispensaron aún mayores beneficios penitenciarios, a los que se les supone que sí conocen estos detalles, codo con codo, encabezando la manifestación, agitando a sectores tan sensibles a estos casos como son las víctimas dejando patente ya no sólo un uso partidista del caso, sino un ejercicio de soberana irresponsabilidad social… ¿o quizá no tanto?

Hace poco tuvimos sobre la mesa el caso de la niña asesinada en Huelva, y de nuevo la gente salió a la calle. Otra vez se volvió a hablar de endurecimiento de penas, incluso de cadenas perpetuas. Un caso terrible que tuvo como cúspide una serie de errores de aplicación de sentencias se trató de llevar al campo del endurecimiento de la pena (si es que no lo es ya lo suficiente), porque es lo primero que pide la ciudadanía ante un escándalo semejante. Esta vez parece que los responsables políticos salieron al paso pidiendo cordura y tratando de explicar el problema, pero ¿se esforzaron lo suficiente como para que el mensaje quedase claro? ¿Recogieron el testigo los medios para informar de cómo realmente funciona esto?

Si uno no anda con cuidado en estos temas tan sensibles puede encontrarse siendo acusado de amigo de los terroristas (o violadores, póngase lo que proceda), cuando en realidad de lo que se trata es de mantener la legislación del Estado de Derecho dentro de los principios que se le presuponen. Es una postura impopular en momentos así, y difícil de mantener como difícil es nadar contra la corriente, pero absolutamente necesaria si no se quiere volver a los tiempos de la ejecución en plaza pública. Por tanto que quede claro el abisal desprecio que me produce un personaje como De Juana, que su actitud pone muy en duda la función de reinserción de las penas de cárcel puesto que no solamente se arrepiente sino que además continúa enalteciendo su lucha y la de sus afines, y es que no parece tan fácil conseguir el mea culpa de un criminal ideológico. Por ello, defendiendo que este asesino debe estar en la calle porque oficialmente su pena está cumplida, no se le debe dar el más mínimo margen para que cometa el más mínimo enaltecimiento o apología del crimen terrorista. En estos días ya se han oído voces desde el Gobierno vasco pidiendo que no se construyan nuevas acusaciones, cuando él solito da pie a ello, o que se marche lejos porque no le van a dejar en paz los que piden venganza, e incluso acusando a priori a la Fiscalía General del Estado de tener una actitud contraria a la democracia. Manifestaciones como esta vuelven a dejar patente que el PNV, en lo tocante al problema vasco, continúa jugando a lo suyo, condenando el terrorismo cuando toca pero protegiendo la casa común cuando hay que hacer frente nacionalista. Aquellos que desde el PP acusan al PNV de tener los mismos objetivos que ETA (es cierto en parte) y agenda (un exceso inadmisible) pueden ver reforzadas sus posturas con declaraciones como estas, hipócritas, cobardes y falsarias.

No se hace ningún favor el nacionalismo democrático vasco dando cobertura a De Juana. Quizá el día que abandonen sus flirteos, el día que se den cuenta que ante el totalitarismo asesino no hay puntos en común, el día que dejen de pensar en el beneficio propio, quizá ese sea el día en que se produzca, de verdad, el principio del fin.

3 comentarios:

chopitosmum dijo...

¿A quién beneficia realemente un ser tan execrable con De Juana y su paupérrima estampa paséandose por todas las TVs y medios?
Besotes.

Anónimo dijo...

El otro día oí decir a un tertuliano algo así como que los derechos no deben terminar donde comienzan las sensibilidades. Evidentemente el sector más radical de la prensa reaccionaria lo puso a caldo. Y para mí está en lo cierto.

El tema es bien fácil: ¿este tipejo ha cumplido su pena?. Si. Pues a la calle. Me remito a la Constitución. Punto pelota.

Y ello no implica que sea un defensor ni de De Juana, ni de Eta. Simplemente existe un ordenamiento jurídico, unas Leyes, y un Estado de Derecho que las aplica. Sean buenas o malas, nos gusten o no. Así de simple.
Lo que no se puede hacer es implorar por el Estado de Derecho negándolo. Usar lo que dice la Constitución cuando interesa. Y me remito a declaraciones de políticos del PP (que, cierto sr. doctorl, mejor que yo conocen todos los entresijos de la Ley) y de los de la AVT.

Que tiene narices, además venden lo de los veintitantos que mató esta escoria. Este asco ha salido por la condena que se le impuso por su artículo en el Gara. La otra ya la cumplió. Y si eso no es usar el nombre de esta pobre gente para escupir sus opiniones...

Me asquea el temita tanto como el tipejo este de la cara de asco.

fpt dijo...

Doctor, lleva usted unos cuantos días sin escribir. Mal, muy mal. Por suerte o por desgracia han pasado muchas cosas estos días y temas no le faltarán. Así que al tajo que las vacaciones se van a terminar ya! Sus fans lo requerimos con fervor.