martes, 16 de junio de 2009

ELECCIONES EUROPEAS 2009. España, Europa y la crisis de la izquierda.

Ha pasado una semana desde la celebración de los comicios al Parlamento Europeo. Todos conocemos los resultados, tanto a nivel continental como nacional. ¿Cuáles han sido sus implicaciones? En perspectiva continental la cosa está bastante clara: la derecha, sumando al Partido Popular Europeo más otros grupos, se afianza como fuerza dominante ante el derrumbe de los partidos socialdemócratas. En España, el PP logra su primer triunfo electoral claro desde 2004. Por lo que nos toca comenzaremos por aquí. La campaña en España La campaña electoral en España ha sido lamentable. Probablemente la más pobre de los últimos años, tanto en la simpleza de los mensajes como en eludir la tarea fundamental de explicarle a los ciudadanos qué se estaba votando y para qué. Con el paso de los días, y las tribunas de los columnistas y tertulianos echando humo, hubo un intento de reconducir las cosas y hablar un poco más de Europa, pero de manera insuficiente. A grandes rasgos el argumento del Partido Popular ha sido repetir una y otra vez que el Gobierno es el culpable de la crisis y que ellos tienen la solución (aunque sin entrar en demasiados detalles), por su parte el PSOE se ha esforzado por identificar a su principal oponente con las prácticas que están en la génesis de la crisis y aderezarlo con los dos escándalos de corruptelas del momento: el caso Gürtel y los asuntos de Camps y los trajes. Precisamente dos caramelos para rentabilizar en votos en dos de las Comunidades Autónomas que el PP domina de calle: Madrid y Valencia. Si hubo algún intento de reconducir los debates de forma seria y POLÍTICA (las mayúsculas son a drede), los propios medios se encargaron de poner más énfasis en las batallitas dialécticas y la verborrea ingeniosa. Curiosa paradoja esta de quejarse de la calidad de los políticos y luego explotar las cosas que dicen los criticados por encima de las demás. Será que lo uno vende más que lo otro. De este modo se ha configurado una campaña que, como ya hemos reclamado en alguna otra ocasión, oculta al ciudadano el verdadero valor de Europa, qué se decide aquí y qué allí, generando una confusión que, por lo general, no ayuda en nada a animar la participación ni a clarificar las cosas al votante, al cual, por cierto, se le puede reprochar en muchas ocasiones una falta de cultura política esencial muy importante y una carencia de intención por mejorarla, pero si además no se lo ponen fácil desde arriba la pescadilla se morderá la cola eternamente. Los resultados en España Los números arrojan seiscientos mil votos de ventaja para el PP frente al PSOE, un 47,23% de los votos emitidos frente a un 38,51%. Las diferentes coaliciones nacionalistas y regionalistas no variaban mucho sus resultados con respecto a 2004 (más del 7%), IU se conformaba con un 3,73% e irrumpía la UPyD de Rosa Díez con el 2,87%. Los votos blancos se iban a 1,41% y la participación se quedaba en un 46%, un poco más que en 2004, pero muy por debajo del 63,05% de 1999 y las cifras superiores al 50% de todas las demás citas europeas en España. En términos comparativos el PP gana un punto con respecto a 2004, mientras que el PSOE pierde casi 5, quedando el resto más o menos igual salvo la mencionada entrada en liza de UPyD. Si hablamos de escaños hay que advertir que con motivo del reajuste de los miembros del Parlamento Europeo, España escogía este año una representación de 4 eurodiputados menos, con lo cual ya partimos de una situación en la que los dos grandes iban a perder con toda seguridad, sin embargo, los resultados electorales dejan al PP perdiendo 1 por los 4 que se han perdido en las filas del PSOE. De forma más gráfica, en 2004 el PSOE tenía 1 eurodiputado más que el PP y ahora éste supera en 2 al partido de Ferraz. La interpretación de los datos En los primeros días de la semana pasada la algarabía corría por la calle Génova hasta el punto de sugerir majaderías como la posibilidad de adelantar las Generales o someter al Gobierno a una moción de confianza. Mezclar churras con merinas nunca suele ser buena idea, y confundir los contextos menos aún. Afortunadamente todo quedó en agua de borrajas y Manuel Fraga, haciendo gala de las mil batallas que lleva a sus espaldas, puso la nota de coherencia con esa gráfica afirmación de que no es muy inteligente recomendar a un señor que se suicide, en clara alusión al papelón que le caería a Mariano Rajoy de fracasar estas maniobras. Mientras tanto, en el PSOE, cautela y análisis además de un cierto consuelo por ser el partido socialdemócrata que menos pierde en la debacle general europea.

Ya sabemos que, tras el recuento electoral, es habitual que a tenor de lo que dicen unos y otros, nadie pierda. Pero si hemos de ser justos los laureles deben ser para PP y UPyD. El primero simple y llanamente por ser el ganador, los segundos porque en tiempo récord han conseguido una irrupción en el panorama político español muy meritoria. El PSOE por su parte hace bien en mostrarse cautelosamente satisfecho, porque con la que está cayendo y viendo el mapa electoral europeo, sus resultados son bastante aceptables. Sin embargo hay una serie de cuestiones que no se deben pasar por alto a la hora de analizar la derrota del partido del Gobierno.

1. La crisis. Era de esperar que pasase factura. Primero porque se quiso negar su existencia en la campaña de las generales, y hay quien no lo olvida. Segundo porque tradicionalmente existe la creencia de que este tipo de coyunturas las gestiona mejor un partido conservador. En este sentido el daño ha sido menor de lo que cabía esperar con una losa con tan mala prensa.

2. La abstención. La gran sombra que planea sobre toda elección nacional, especialmente porque queda a estas alturas muy claro que de su nivel depende el resultado. Elección tras elección queda cada vez más patente que el electorado español se divide en dos grandes bloques que rondan siempre el empate técnico entre PP y PSOE. Esos dos bloques permanecen fijos entre el 40% y el 50% del electorado. Si nos vamos a las convocatorias electorales con mayores niveles de participación veremos que hay en torno al 20%-25% de electores que son abstencionistas. Esto nos deja un margen de otro 25%-30% que a veces vota y a veces no, y es aquí donde se juegan las elecciones. A tenor de experiencias anteriores, el PSOE tiene mucho más que ganar cuando vota esta cohorte de "dubitativos" que cuando no lo hace. ¿Por qué?

En primer lugar porque el votante del PP se muestra mucho más cohesionado y fiel en su voto, es decir, que casi siempre votan en masa. El mejor ejemplo de ello es su aparente inmunidad a los escándalos en sus filas. Los últimos meses han estado repletos de noticias sobre Camps, Fabra y la trama del espionaje madrileño, pero tras agitarse debidamente por sus rivales el resultado es que en los lugares en que el votante debiera haberse indignado y castigado al partido su afianzamiento ha sido mayor o ha salido indemne. El votante del PP no parece castigar estas situaciones, más bien se refuerza, y espero, por la salud democrática del país, que no sea una aprobación implícita a la corrupción si no más bien un mecanismo emocional de autodefensa ante lo que se puede interpretar como un complot y un ardid de la oposición y sus medios afines. Al menos hasta que no haya sentencias firmes, en cuyo caso la interpretación sería diferente. Estratégicamente cuentan con la ventaja de cubrir un espectro muy amplio de potenciales electores que van desde un conservadurismo centrista y moderno hasta posturas más cercanas a la ultra-derecha, y esto no quiere decir que, pese a que de vez en cuando aparezca algún responsable del partido que ponga en entredicho el "viaje al centro", el partido sea en sí un bloque ultra. La percepción relativa de ciertos ciudadanos sobre herencias del pasado y el tipo de modelo político que representa el PP tiene que jugar su importancia, especialmente si damos por buena la suposición de una ausencia de cultura política de calidad en la ciudadanía española en términos de información, conocimiento e interés. En ausencia de ello cabría reconocer que hay un buen número de electores que emiten su voto en función de sensaciones, percepciones y estímulos que reconocen como propios más allá de la coincidencia fiel con sus postulados ideológicos. El propio origen del partido atestigua que lo que hace 25 años era una coalición atomizada de pequeñas formaciones, muchas de ellas con estrechos lazos con el régimen franquista, es hoy un bloque cohesionado que no sólo pulió la atomización propia, si no que además absorbió la de otro partido, hasta entonces más importante y centrista que él, la UCD/CDS. La presencia por la derecha del partido de otras fuerzas políticas es residual, aunque, al menos en candidaturas, estas elecciones han mostrado un cierto resurgir de partidos nuevos, habituales por otra parte en tiempos de crisis, que acusan al PP de exceso de moderación.

Por su parte el PSOE cuenta con un caladero de votos en potencia más amplio por diversos motivos. En primer lugar tiene, como ya hemos dicho, un número de fieles constante muy próximo al del PP. Es el partido hegemónico del espectro que se desplaza del centro a la izquierda. Pero a la vez sufre las consecuencias de un hecho tradicional en el izquierdismo: la crítica interna. Sin entrar en el debate sobre si el panorama intelectual es más o menos activo y rico en la izquierda que en la derecha (tema que suele conducir a malas interpretaciones), al menos en lo tocante al electorado si que se aprecia una mayor disparidad de opciones críticas con la hegemonía del PSOE que hace que de una elección a otra haya bailes de votos. Fundamentalmente porque no todos los votos que el PSOE es capaz de recabar en grandes elecciones es puramente "suyo". El potente bloque que el PP ha sido capaz de erigir ha generado el ejercicio del anti-voto. En especial en elecciones en las que se elige Gobierno. Hay un numeroso caudal de votos provenientes de otras fuerzas de la izquierda (tanto a nivel nacional como de nacionalistas autonómicos), que ante todo no quieren ver ni en pintura al partido de Génova en el Gobierno. Al menos por el momento, mientras aún colean determinadas situaciones que mostraron la última legislatura de Aznar como la de un partido autoritario, prepotente, belicista y mentiroso. Al PP actual se le sigue viendo, desde estos sectores del electorado, como heredero de aquel. Por tanto, para estos electores, la carencia de una alternativa real de gobierno en la izquierda diferente del PSOE, provoca este alineamiento de voto en "la gran cita" que sin embargo tiende a diluirse en otros comicios, como los europeos, donde el voto tiende a ejercerse de modo más ideológicamente puro. Observando los resultados de las europeas podemos apreciar la miríada de pequeños partidos de izquierda o de esencia alternativa relativamente próxima a la izquierda que han logrado votos. Pero estas afirmaciones son para un tipo de elector que suele votar. Respecto a los "dubitativos" que mencionábamos las estadísticas nos muestran que, al menos 1 de cada 3 que finalmente votan, lo hacen en clave de izquierda y, mayoritariamente en favor del PSOE. Si son personas de decisión volátil o "desencantados" con la izquierda española es una pregunta aún por responder y probablemente un buen objeto de estudio, porque pese a que el reconocido "desinterés por la política" de muchos españoles en las encuestas casaría con esta cohorte, no es menos cierto que el llamado desencanto entre el votante de izquierda está también presente, basta con hablar con la gente para recabar este sentir. Me inclinaría a pensar que la gran mayoría de los "desinteresados" son aquellos que finalmente siempre se quedan en casa y los "desencantados" los que finalmente acuden y decantan. Ello explicaría esa ganancia de votos en el PSOE cuando la participación es alta, cosa que, como hemos visto, no ha sido así en estas elecciones.

3. Por tanto ya tenemos el primero de los elementos esenciales que han diferenciado estas elecciones de otras: la abstención. Pero hay otro más que no ha de ser olvidado, la aparición de UPyD con casi medio millón de votos en toda España, con feudo fuerte en Madrid, donde ha sacado más de dos puntos a IU para situarse como tercera fuerza de la región. En las generales de 2008 daba la sensación de que se quería interpretar al partido de Rosa Díez como una oportunidad para quitarle votos al PP por su izquierda, fundamentalmente porque la cobertura mediática a este partido ha estado centrada sobre todo en medios del perfil del diario El Mundo, y por tanto con mayor eco en un votante de centro-derecha. Pero esto no está nada claro observando lo que pierden otras fuerzas de izquierda con respecto a UPyD. En un contexto de amplia abstención es arriesgado definir la procedencia de los votos de UPyD ya que no hay un contexto general comparativo, pero sobre el papel parece difícil creer que votantes del PP hayan marchado en masa a votar al partido de una ex-socialista. Más bien me inclinaría a pensar que hay un conglomerado de gente joven ilusionada con un nuevo proyecto, de corte centro izquierdista moderado, un porcentaje de abstencionistas y otro de dubitativos, más un perfil de votantes muy determinado que apoyan a este partido. Y ese perfil determinado no puede provenir de otro sitio que de aquellos que responden a los motivos que llevaron a Rosa Díez a salir del PSOE para embarcarse en esta aventura: la negociación con ETA y las relaciones del Estado con determinadas autonomías. No hay que olvidar que en sitios como Madrid este es un discurso con calado entre votantes de centro-izquierda. El futuro de UPyD pasa por elaborar un programa y un discurso que vaya más allá de ese motivo original, porque el paso del tiempo y el olvido harán mella. Y en ello parece que están. Rosa Díez se está perfilando como una candidata valiente y honrada, que trata de dar una imagen de cercanía muy diferente a la de los grandes espadas de los dos partidos hegemónicos, cosa que, de entrada, encaja bien con las quejas típicas del ciudadano a la hora de valorar a sus políticos. Pero además hay algo que llama poderosamente la atención en la declaración de intenciones de UPyD: no se definen ideológicamente. Juegan a que defienden posturas en las que creen independientemente de que estas se alineen en la izquierda o la derecha en función de lo que opinen sobre ellas PP y PSOE. Es decir, niegan el papel de la ideología, de la etiqueta, y dejan que sea el personal quien lo haga. Con franqueza creo que filosóficamente este es un craso error porque pocos son los actos humanos que no tienen detrás una forma determinada de pensar y que no puedan ser calificados como próximos a una u otra tendencia. En cierto sentido es negar la esencia de las cosas. Pero por otro lado reconozco que les puede dar rédito porque desde hace tiempo se nos viene machacando con que las ideologías son malas y cada vez cunde más la creencia en que es mejor la gestión que las ideas y el "no-alineamiento".

Conclusiones nacionales
Por todo esto no creo que estas elecciones hayan deparado nada inesperado, ni tampoco nada que asegure que estamos ante un vuelco político de importancia en el país. Queda aún más de media legislatura para las siguientes Generales y habrá otra cita importante por medio, la de las Municipales y Autonómicas para volver a medir las fuerzas. Lo más relevante, de momento, es que vista la coyuntura, el PSOE ha salvado los muebles y que el PP logra un achuchón de confianza para seguir con estabilidad, al menos para la dirección actual, en su objetivo de alcanzar la Moncloa en 2012.

¿Y Europa?
Habría que efectuar un análisis muchísimo más amplio y pormenorizado para evaluar la situación en cada uno de los países miembros de la UE, pero si hay un dato relevante es el batacazo en toda regla de los partidos socialdemócratas. El Partido Popular Europeo dominará la Eurocámara además de experimentar un considerable ascenso de euroescépticos y representación de diputados ultraderechistas. Suecia y Grecia se sitúan como únicos oasis y, aunque el sufrimiento es la regla general para todos los partidos de gobierno (independientemente del color), países tan significativos como Gran Bretaña, Alemania y Francia han experimentado un castigo a laboristas, SPD y Partido Socialista respectivamente fuera de toda regla. De hecho, el partido de Gordon Brown, sumido en un escándalo tras otro, cae a un histórico tercer lugar en el orden de votos británicos. Tampoco son halagüeños los resultados del SPD, que tras varios años en una coalición de gobierno ejemplar con los conservadores de Angela Merkel (fruto del empate en las anteriores elecciones) ceden nada menos que 18 puntos en estos comicios europeos. Demasiada diferencia y poca rentabilidad de su presencia en el Gobierno. Los socialistas franceses por su parte no hacen sino confirmar la crisis que vienen sufriendo desde ya hace años. En Holanda, país que lleva años jugueteando al igual que Austria con la ultraderecha, el partido de Wilders se ha encaramado en la segunda posición.

La crisis no puede explicar por sí sola estos resultados. Es evidente que una coyuntura así favorece el crecimiento de posturas radicales. La historia lo ha demostrado una y otra vez, y vuelve a hacerlo en cuanto el fantasma del paro asoma y en las calles afloran inmigrantes. También se da por hecho el sufrimiento de los partidos de gobierno, pero el castigo a los partidos socialdemócratas no tiene precedentes. Pensar que la derecha cómplice del advenimiento de la crisis es la solución provoca dolor de cabeza. Europa no se ha vuelto de derechas, el votante de izquierda se ha quedado en casa. Es una cuestión que va más allá de la crisis, aunque quizá esta sirva para replantear las cosas.

La socialdemocracia enferma
No es la primera vez que lo siguiente se menciona: la socialdemocracia nació para conjugar democracia y socialismo renunciando a las vías violentas de acceso al poder y la dictadura del proletariado. Suena a discurso viejo, pero conviene recordarlo para saber de dónde vienen las cosas. En ningún lugar se dijo que la socialdemocracia naciese para hacerle el juego al sistema capitalista. Hubo un tiempo en que la economía mixta de mercado funcionaba, en que el Estado guardaba para sí atribuciones de impensable privatización, y ciertas regulaciones existían para evitar desmanes que hoy vemos muy claros. Aquello dio como fruto el llamado Estado del Bienestar cuyo paradigma fueron los países nórdicos. Tampoco le fue mal a Alemania o Francia, países que forjaron los partidos socialdemócratas más potentes del continente.

¿Qué ha pasado? La irrupción mundial del neoliberalismo neocon demonizó ese sistema, impuso al mercado como nuevo Dios todopoderoso y clamó a los cuatro vientos la privatización de todo, la cuasi desaparición del Estado como tal y su función social. En este viaje las socialdemocracias fueron cediendo poco a poco, sabiendo que muchos de los mensajes de la derecha liberal y económica resultaban populistas y de mala oposición. A nadie le gusta que le suban los impuestos, nadie quiere colas en la sanidad pública, los colegios públicos crían mala fama, el ciudadano decide automáticamente si le dan a elegir entre individualismo y colectividad. Lo sucedido en los últimos 30 años es digno de un estudio mucho más profundo, pero lo que interesa resaltar es que la izquierda europea ha querido jugar en el patio del rival con las reglas del otro, y le ha ido mal, por tratar de moverse en un medio que no es el suyo. No era fácil, desde luego, enarbolar ciertas banderas tras la caída del Muro, pero puede que nos avecinemos a una travesía en el desierto que igualmente hubiese habido que pasar, pero antes, de haber empezado a poner las cosas en su sitio en su momento. Los partidos socialdemócratas deben entender que la interpretación correcta de los resultados de estas elecciones es que han generado una gran desafección entre el votante de izquierdas y que necesitan urgentemente replantearse el rumbo, regenerar el discurso y volver al campo que dominan, fundamentalmente para poder generar de nuevo programas creíbles e ideas renovadoras. Bien lo deberían tener ya asumido los laboristas con lo que está pasando en Gran Bretaña tras los años de Tony Blair y el famoso experimento de la Tercera Vía de Anthony Giddens. El público lo demanda, y probablemente la situación mundial también si se quiere poner coto a muchas cosas y a muchos niveles.

Un Estado que deja la sociedad en manos del poder del dinero no es un Estado social y menos aún un partido socialdemócrata que lo gobierne puede llamarse como tal. Ahí van una serie de ejemplos que no creo que definan a nadie por ser de izquierdas ni socialista:

1. Permitir que el mercado fije libremente los precios de algo tan básico como la vivienda, es decir, que se especule para el enriquecimiento exponencial de unos cuantos jugando con un bien esencial de la ciudadanía que, por cierto, acaba vulnerando el derecho constitucional a una vivienda digna.

2. Permitir, como consecuencia de ello, el sobre-endeudamiento de las personas, sometidas a la dictadura bancaria. Que estas entidades den año tras año beneficios multimillonarios a base de hipotecar a la ciudadanía no es redistribuir riqueza, es acumularla en pocas manos.

3. Acudir en ayuda de estas entidades, que han especulado y jugado con los activos de un país entero mientras el ciudadano de a pie encuentra migajas como cobertura.

4. Permitir que en una situación de crisis, en las que familias y pequeñas empresas se van a la bancarrota y la ruina, los bancos se acaben quedando con sus bienes, incluso después de años pagando religiosamente que en muchos casos han reportado beneficios superiores a la deuda, acumulando riqueza que en algún momento rentabilizarán. Esto es espacialmente sangrante cuando sus multimillonarios accionistas reciben la ayuda del Estado en lugar de responder ellos con sus propiedades como hacen los demás.

5. Consentir, en suma, la irresponsabilidad bancaria en la concesión de créditos arriesgados cuyas consecuencias pagarán los ciudadanos y a la vez dejarán a medio país en manos de estas entidades.

6. Castigar, desde la Administración, a la persona y la pequeña empresa que se arruina con embargos y ejecuciones, sin prórrogas ni la misma ayuda que reciben los bancos, además de la indefensión de los autónomos.

6. Permitir la ingeniería financiera sin límites.

7. Ser cada vez más condescendiente con la privatización y externalización de servicios básicos para la ciudadanía.

8. Creer que el progreso y la macroeconomía lo es todo para la buena marcha de un país.

9. No decidirse, de una vez por todas, a afrontar los problemas medioambientales con firmeza.

10. Consentir la degradación de la escuela pública con el agravio comparativo de ayudar con grandes sumas de dinero a la llamada educación concertada, la cual, por cierto, está casi toda en manos de la Iglesia Católica, la cual, en un país aconfesional como España, se permite gozar de privilegios en impuestos y desafía una y otra vez al Gobierno.

11. No imponer un sistema de impuestos auténticamente proporcional a los ingresos bajo la excusa no reconocida de que esto fomentaría el fraude.

12. No construir un modelo productivo sostenible, real, que genere planes de vida, duradero en el tiempo.

Y son sólo algunos ejemplos.

Nos decía algún profesor en la facultad que desde que los grandes partidos encajaron en la clásica tipología del Catch-all-Party las diferencias se han limado. Que la tendencia era acudir al centro, diluir el discurso y el mensaje ideológico para abarcar cuantos más votos fueran posibles. Esto, dentro de un contexto sistémico de capitalismo duro favorece a los partidos de derechas, pero deja coja y huérfana a la izquierda. Dentro de ese mito se presuponía que las apuestas arriesgadas sólo servían para perder votos porque el auge de las clases medias tendía a moderar al electorado. Ya se sabe, aquello de que se lucha cuando no se tiene y se conserva cuando sí. Sin embargo cada vez que aparece una apuesta valiente la gente la respalda. Lula fue un torbellino de ilusión en Brasil, lo mismo que Zapatero logró movilizar en 2004 un voto joven adormecido y desilusionado, cuando no simplemente pasota, desinteresado y desinformado, y el año pasado asistimos estupefactos al huracán de Obama. Otra cosa es que luego decepcionen más o menos, pero que la gente responde ante la ilusión es un hecho. Me niego a pensar que el mundo, en masa, es conservador.

El PSOE, en España, ha acometido en estas dos legislaturas políticas valientes, muchas de ellas pioneras, pero la gran política aún no ha cogido el toro por los cuernos. Si nos fijamos bien se ha pretendido recuperar la palabra izquierda en el discurso por encima del término progresista. Es probable que alguien ya se haya dado cuenta del problema, pero aún le queda por caminar para abandonar ese estilo socialdemócrata que hemos criticado y hacer realmente honor a las siglas del partido. Visto lo visto en estas elecciones puede que el español sea el partido socialista de toda Europa que en mejores condiciones esté para emprender este viaje y servir de ejemplo. El otro punto de esperanza es que parece que también empiezan a haber medios que dan cobertura a este asunto. El diario Público se explayaba el pasado sábado en un reportaje amplio titulado "Aviso: la izquierda se hunde cuando imita a la derecha". En él varios intelectuales de todo el espectro de la izquierda daban una opinión sobre la debacle europea en consonancia con semejante título. Las conclusiones principales de cada uno de ellos no tienen desperdicio. Ojalá el hecho de que significativas voces clamen en este sentido hagan repensar la situación a los grandes dirigentes de izquierdas, pero que la tarea es ardua es indudable. Tal y como sentenciaba Concita de Gregorio, directora del periódico italiano L'Unitá, en una sociedad como la actual, modelada a gusto por la propaganda consumista del gran capital y la derecha, "el dinero vence en el combate con los ideales".

martes, 24 de marzo de 2009

EL ABAD DEL VALLE DE LOS CAÍDOS

Hoy no voy a escribir nada, sólo quiero que veais este pequeño reportaje de la televisión sueca.

miércoles, 11 de marzo de 2009

SORPRENDENTES (O NO TANTO) INTERPRETACIONES DE LAS ELECCIONES VASCAS Y GALLEGAS

O no tanto, si, porque ultimamente ya nos hemos habituado a que después de una jornada electoral nadie, o casi nadie, pierda. Pero en este caso me llama poderosamente la interpretación que el Partido Popular ha hecho de los comicios autonómicos del pasado 1 de marzo. Veamos.

GALICIA
A tenor de lo que se escucha parece ser que el PP hubiese entrado triunfador en el Kremlin en pleno estalinismo, y sin embargo no me parece que la hazaña sea de tal calado. Más bien creo que lo que ha hecho Galicia es volver a su normalidad como feudo tradicional del PP. Lo anormal fue lo anterior, la legislatura socialista-nacionalista, muy favorecida en 2005 por el agotamiento de Fraga e impulsada en las urnas por los rescoldos del acelerón de las generales de 2004. El PSOE y sus socios quisieron creer que los escándalos que sacudían a su rival en otras partes del país jugarían a su favor para compensar ciertas veleidades de Touriño recientemente destapadas y el hecho de una gestión no demasiado buena de los cuatro años concedidos...dicen algunos que demasiado cortos para afrontar todo lo que Galicia requería. El caso es que una vez más toparon con una realidad cada día más constatada: el castigo a las corruptelas no es igual en un electorado que en otro, y mucho menos si se producen fuera de la autonomía en elecciones.

A todas luces Galicia a vuelto a su ser, y la euforia no habría de ser tanta en los ganadores si observamos los resultados, ya que están muy lejos de las cifras holgadísismas de antaño. El 47% de voto obtenido supone a penas punto y medio más que en 2005, pero nada que ver con el 51,6% de 2001, el 52,2% de 1997 o el 52,6% de 1993. De modo que Feijóo debería tener presente que su ventaja no es tan considerable y una mala gestión podría dar la vuelta a las cosas más facilmente que en los noventa. La recuperación del control de Galicia es importante para el PP, pero no debería ser magnificada.

PAÍS VASCO
Aquí llega lo más espectacular. Basagoiti decía textualmente esta semana que "el PP es clave en el País Vasco gracias a sus magníficos resultados". Pero al mirar los números de nuevo uno se ve perplejo ante la frialdad y contundencia de los mismos en contraposición a los que se dice de ellos. Y lo que dicen los números es que el PP ha perdido dos escaños y y 2 puntos y medio con respecto a 2005, 6 escaños y 9 puntos con respecto a 2001, 3 escaños y 6 puntos con respecto a 1998, y hay que remontarse a 1994 para encontrar resultados peores a 2009. Esto, por lógica elemental, jamás puede interpretarse como magnífico, y si el PP es clave, que lo puede ser si no cambia mucho el panorama, lo es en virtud a los logros de otro, en este caso el PSE, que es quien realmente ha subido (6 escaños y 8 puntos más que en 2005, 11 escaños y 12 puntos más que en 2001, 10 escaños y 13 puntos más que en 1998, 12 escaños y 14 puntos más que en 1994 y así sucesivamente hasta ver que son sus mejores resultados históricos en las elecciones autonómicas vascas). Y esto, y no otra cosa, es lo que hace que los resultados del PP puedan cuadrar aritmeticamente para desalojar al PNV de la Lehendakaritza. De modo que, a no ser que esperasen unos resultados peores y esta sea la única razón, no hay motivo para entender la algarabía de Basagoiti con respecto a sus números.

Dejando ya al PP resta hacer una pequeña advertencia a los partidos no nacionalistas: cuidado con la euforia porque, aunque los resultados son históricos, la mayoría social vasca sigue siendo nacionalista, y hay que recordar que muchos batasunos se quedaron en casa (y entiéndase que esto no es una crítica a su ausencia del cartel electoral), aunque parte de sus votos fueran a Aralar. Por cierto, si me callo esto exploto. Poco después de las elecciones ví en una tertulia televisiva a Isabel San Sebastián algo escandalizada con los votos de Aralar al grito de "son ETA sin armas". Semejante barbaridad da cierto pavor. Esta señora olvida, o pervierte conscientemente el hecho de que si hay un elemento característico indisociable a ETA son las armas, y que sin ellas no hay ETA. Sin armas no hay terroristas y ni asesinatos, y lo que queda es una postura política legítima y perfectamente defendible. Guste o no, se esté de acuerdo o no. Pero esta prostitución del lenguaje deja un rescoldo sombrío sobre lo que puede ser la reacción de algunos en un hipotético futuro, pero esto es otro tema que también tiene sus aristas.

El caso es que en las huestes populares cunde la euforia y en las socialistas la congoja. Especialmente al trasvasar los ánimos a nivel nacional. Los efectos de la crisis pasan factura al Gobierno, es lógico, con mayores o menores errores, siempre sucede. Al PP le tenía muy preocupado que las encuestas no venían testimoniando un aprovechamiento del desgaste del Gobierno, quizá por eso unos resultados aceptables en Galicia y País Vasco se están magnificando. Lo más probable es que venga bien, que gracias a esta euforia se genere una inercia que lleve hasta las elecciones europeas en un estado de ánimo elevado. Pero cuidado con las próxima cita electoral. Las europeas, lejos de entenderse como son y darles la importancia que tienen, han venido siendo, tradicionalmente, un espléndido momento para castigar, en mayor o menor medida, al partido del Gobierno. Viendo como bajan las aguas no sería de extrañar un varapalo al PSOE en esta cita, con los populares movilizados, como siempre, y los votantes del espectro de izquierdas, siempre más proclives a la crítica, al desencanto y al castigo, metiendo un poco de miedo ausentándose de las urnas o no votando a un partido hegemónico.

Pase lo que pase las interpretaciones, a buen seguro, volverán a olvidar que las europeas no son buen termçometro para las generales, más aún estando estas a casi dos años vista, pero si servirán para meter mucha presión a un Gobierno acosado por la crisis internacional.

lunes, 2 de marzo de 2009

EL CIUDADANO DE LAZKAO Y LAS ELECCIONES VASCAS

Desde hace tiempo hay sectores que han querido encontrar similitudes entre el conflicto de Irlanda del Norte y el País Vasco, al igual que otros las han negado. Sin entrar a fondo en el tema soy de los que piensan que las diferencias son más que las similitudes. Uno de los elementos esenciales que los separan es el hecho de que en el Ulster la violencia ha tenido más direcciones que en el País Vasco. Excluyendo los casos del GAL y sus antecesores, en Euskadi la bomba, el asesinato y la coherción han tenido una fuente muy clara y distinguible, mientras en el Ulster el conflicto llegó a poner en pie de guerra a dos comunidades diferenciadas matándose entre sí.

Quienes se han fijado en este punto desde el País Vasco siempre han constatado este dato como algo positivo; pese a tantos años de miedo, violencia, coerción, amenaza y daño la parte civil que ha soportado los desmanes del terrorismo ha encajado los golpes con estoicismo (quiero pensar en esa palabra aunque no me olvido del componente miedo). Si de modo organizado una parte de esa sociedad hubiese decidido responder con los mismos gestos a sus atacantes, sin duda estaríamos en un escenario más cercano al del Ulster de lo que es. Que no haya sido así es motivo de satisfacción.

Sin embargo la semana pasada se produjo un hecho insólito por todos conocido. La reacción violenta de una víctima. E inmediatamente su pueblo se llenó de pasquines con su nombre tildado de fascista y un poco después la reacción de apoyo ha concentrado miles de "agregados" en foros y redes de internet. Y el debate corriendo como la pólvora...,en estos días he visto en televisión debates con tertulianos realmente bizarros para tratar un tema como este, ya sabemos como está ese tema en España. El caso es que por lo general todo el mundo coincide en la misma cosa: la acción de este hombre es entendible pero no justificable. Con mayor o menor acierto argumental todos parecen estar de acuerdo. Y yo también. No puedo negar un regustillo cuando veo las imágenes en televisión, no reprimes un "ya era hora" que aparece por la cabeza como primer pensamiento, deseas que alguien haga la vista gorda y no le procesen por atentar contra la propiedad privada. Sin embargo al momento caes en la cuenta de que su cara está nítida en televisión, y piensas en lo que tantas otras veces ha ocurrido, y sientes miedo por esta persona, y comienzas a imaginar que si, más bien pronto que tarde, a este chico le pasase algo, es probable que, tras el precedente por él mismo sentado más el cariz mediático de la situación, pudiese haber otra reacción, quizá ya de un grupo de personas en lugar de una, o que simplemente, sin que nada de esto pase, la próxima vez que ETA actúe alguien decida responder...y esto, por mucho que mate al galopante sentimiento justiciero que aflora en caliente, sería trágico, porque establecería los primeros pasos hacia la ulsterización del País Vasco. Algo que conlleva una espiral violenta en ambas direcciones que conocemos de sobra. No es deseable, no. Pero es más, que los no nacionalistas respondan es entrar en una dinámica que favorece a las pretensiones de ETA, y no se les puede regalar esto.

Puede que haya quien esté pensando que quizá una reacción agresiva por parte de la población civil esconda el fin de ETA. De hecho en Irlanda del Norte existe un factor fundamental que forma parte del análisis de la propensión del IRA a dejar las armas, y no es otro que la existencia de otro bando armado, es decir, el alto coste de que tu matas, pero también están matando a los tuyos. Imaginar una movilización cívica amenazante contra las Herriko Tabernas, imaginar el trasvase del miedo de un bando a otro y que esto les haga huir como las ratas puede ser muy épico, fílmico y reconfortante, pero extremadamente peligroso. Creo que la ciudadanía democrática se ha expresado en multitud de ocasiones contra la violencia de forma pacífica, y ETA ha hecho caso omiso, su propia dialéctica se ha encargado de defenestrar a este sentir ciudadano y colocarlo en el "bando enemigo". Nada hace pensar que una reacción agresiva les hiciese reconsiderar su postura. Es tentador, pero no deseable, contiene una serie de elementos dejados al azar que hacen el escenario imprevisible, y lo último que necesita Euskadi es más violencia, precisamente ahora que ETA parece estar muy acorralada.

Y el ciudadano de Lazkao ya se ha arrepentido. Guardará nuestra solidaridad moral y simpatía, pero no podrá ser ejemplo a seguir.

Y anoche las urnas hablaron, y por primera vez las fuerzas no nacionalistas superaron a las nacionalistas. Muy significativo. Y dudo que ETA escuche, porque para ellos, como para gente como Arzallus, estas elecciones estaban adulteradas. Se plantea ahora el interesante juego de pactos para formar gobierno. Visto desde el enfoque dicotómico de nacionalistas/constitucionalistas hay una mayoría absoluta compuesta por PSOE, PP y UPD que encierra un obstáculo importante, que el Lehandakari, a todas luces Patxi López, tendría que formar gobierno con su rival natural en la arena política. Sólo bajo la bandera del frentismo antinacionalista, debidamente aderezado para significarlo como frente anti-ETA, que no anti PNV o cualquier otro partido del nacionalismo democrático, sería entendible este pacto. Sería un gobierno con un fin muy claro para su legislatura, pero también muy exigente y con alto desgaste, y con la dificultad de tener que dedicarse a las parcelas propias de la gobernanza no contaminadas por el terrorismo, y hacerlo desde posturas tan diferentes (en ciertas cosas) como las del PP y PSOE tarde o temprano acabaría trayendo dificultades. Por otro lado es interesante saber qué dice ahora el PP sobre aquella cantinela de que gobierne el más votado cuando los pactos le dejaban fuera del poder, sobre todo porque se trata del País Vasco, y están a un paso de ver cumplido uno de sus sueños más deseados.

Patxi López ya ha anunciado que quiere ser Lehendakari, pero aún desconocemos de qué modo. Un pacto con el PP podría tener consecuencias en el resto de España, y una reedición del bipartito del 86 con el PNV le daría la Lehendakaritza a Ibarretxe y no a él. Aquella experiencia siempre ha sido recordada como muy satisfactoria, pero las condiciones eran otras, hoy, con un Ibarretxe enfrascado en caminar hacia el autogobierno veo muy complicado un pacto de este tipo. Lo más lógico, por mucho que sea renunciar al caramelo, sería dejar a Ibarretxe gobernar en minoría, sometido al desgaste parlamentario. Esto, a sabiendas de que el bloque nacionalista ya no le resulta suficiente, le obligaría a reconducir su discurso.

Y como siempre, el gran temor: ¿cuál sería la reacción de ETA con PSOE, PP y UPD en Vitoria?

jueves, 12 de febrero de 2009

MANIFIESTO FURIOSO

Hace alrededor de dos años que algunos empezamos a oír hablar de la crisis que se avecinaba. Hace casi uno que la teníamos encima, y ya van unos cuantos meses en los que día sí, día también los telediarios se abren con preocupantes datos y noticias relativas a ella. Recuerdo que más allá, en los últimos años de la última legislatura de Aznar, el Banco de España remitía con preocupación informes sobre el alarmante endeudamiento que estaban adquiriendo las familias españolas y conminaban a los bancos a controlar la alegría con la que otorgaban créditos y préstamos. Por aquel entonces ya había gente que miraba con preocupación el modelo de crecimiento español basado fundamentalmente en el ladrillo y la especulación urbanística. Un modelo efímero, irreal y que tarde o temprano acabaría por colapsarse. Con el paso del tiempo, y a fuerza de golpes de la realidad, se fueron encendiendo las alarmas. Aquellos meses coincidieron con el período electoral español y, por puro interés electoral, el PP trató de exagerar la situación mientras el PSOE la atemperaba. El uso electoral de la economía es un tema que algún día habrá que destripar para ver en qué forma todo el mundo lo utiliza para su propio beneficio sin ser capaces de explicarnos de verdad cuáles son las competencias y capacidades reales de un gobierno en esta materia dentro de un mundo global y sujeto a restricciones internacionales. Que la economía les sirve a los partidos como arma cuando toca es algo que cada día tengo más claro, y que a sabiendas de que unas veces será en su contra, pero otras en su favor, son reticentes a explicar de una vez por todas que el sistema maniata en un porcentaje muy alto a los gobiernos nacionales para manejar la economía. Parece una especie de pacto no escrito para repartirse esta quijada en función de la eventualidad. El caso es que a día de hoy ya nadie niega que estamos ante una crisis de proporciones “desconocidas”. Y en ello coinciden tanto los académicos especialistas como los políticos. No me interesa lo que digan los financieros y banqueros. Pues bien, dando por buenas esas proporciones desconocidas creo que es hora de hablar de muchas cosas que rodean a la crisis, y que no solamente son economía, creo que es hora de lanzar un mensaje furioso, porque uno ya está hasta las pelotas de asistir a esta farsa sin ver una pizca de hartazgo social.
No soy economista, es un tema que reconozco necesario que existan expertos, pero que me aburre y, en muy buena parte, no comprendo, probablemente por la dificultad para moverse sin una preparación específica en una jerga tan particular y en unas parcelas a veces tan intangibles e irreales. Quedémonos con la palabra irreal porque volverá a salir. Sin embargo creo que llego a entender el meollo de la cuestión, el problema de fondo, y por ello doy gracias a mis conocimientos socio-políticos. Esto es lo que alguien con este perfil entiende de lo que está pasando:
Si leemos un poquito y alcanzamos una perspectiva histórica para ver las cosas no será muy difícil llegar a la conclusión de que hemos sido domesticados y que vivimos en una dictadura global laxa, atípica, sin militares por las calles y sin policía política, en un régimen colorista y feliz, en el que se nos ha domeñado para individualizarnos cada vez más y para que nos veamos rodeados de una ficción de aburguesamiento. Pero en realidad, estamos dominados. No por atípica esta dictadura es nueva, lleva mucho tiempo concebida y hace tiempo que existe. Hoy se recurre mucho a hacer comparaciones con la crisis del 29, pero lo que se nos oculta es una descripción explicativa de por qué surgió, cuáles fueron sus antecedentes y en qué desembocó. De un modo sucinto podríamos resumir que el modelo capitalista que venía desarrollándose en el siglo XIX hasta 1929 había pasado de la producción de bienes de primera necesidad a bienes de consumo general. Se creó la premisa de que a mayor producción mayores ventas. Había por tanto que inundar el mercado de productos. Para paliar la contrariedad de que no todo el mundo era capaz de costearse esos bienes había que producir a bajo coste y para ello era pieza clave el viejo modelo de explotación obrera: jornadas de trabajo eternas, carencia de regulación social del trabajo, sueldos míseros y condiciones de vida que hoy veríamos como tercermundistas. Ese modelo fue el que facilitó la aparición de las doctrinas obreras, dando aliento y válvula de escape a los explotados y fue caldo de cultivo para generar el concepto de revolución. El sistema capitalista capeó el temporal (salvo en Rusia en 1917) durante décadas gracias a la indiferencia gubernativa ante las huelgas y su alineamiento más o menos férreo con el “orden empresarial”. Pero en 1929 se abrió otro frente: la sobreproducción llegó a su límite, el mercado se colapsó, ya no había quien comprase y quiénes aún no compraban era porque no podían. Fiel a la ley de la oferta y la demanda los precios cayeron en picado, los artículos de consumo perdieron valor y con él las empresas fabricantes gracias a ese invento especulativo llamado bolsa. La ruina corría por el globo. Por tanto el sistema se quebraba por dos flancos, el que podríamos calificar como el suyo propio, su campo de juego, víctima de malas previsiones, y por otro desde el lado del descontento social; a los obreros explotados había que sumar miles de familias en ruina víctimas de la crisis. No debemos de olvidar el contexto histórico en que estamos, el periodo de entreguerras, y añadir el cataclismo económico a las consecuencias (también de base económica) que venían sufriendo los perdedores del 18 (en especial Alemania). Eran los años en que nuevas veleidades imperialistas florecían (Japón), en que mitos nacionales descargaban su ira contra enemigos externos e internos (Alemania nazi), y en que nuevos “ismos” asaltaban el estado para hacerlo renacer desde extremos opuestos (el fascismo italiano ya campaba a sus anchas, los bolcheviques habían dado a la luz la Unión Soviética y otros intentos había fracasado por diversas partes de Europa como la Revolución espartaquista que quiso aprovechar la derrota del 18 para hacer su revolución en Alemania). Por tanto nos encaminamos a una II Guerra Mundial que en sus raíces profundas guarda muchos ligámenes con causas socioeconómicas derivadas de la crisis y el hartazgo sistémico desde diversos frentes.
¿Y qué cambió en 1945? El capital comprendió que la inestabilidad social podía provocar guerras nefastas (no para la industria armamentística –se ha demostrado fehacientemente que una guerrita de vez en cuando les viene bien a unos cuantos para hacer dinero-), y que para que un sistema basado en el consumo a gran escala no volviera a quebrar había que mantener a una gran cantidad de asalariados con capacidad de gasto para mantener ese consumo y continuar la producción masiva de cosas. El desarrollismo es hijo de esto y el uso sistemático del concepto de progreso se liga al interés económico (y no a una concepción social de la política de izquierdas como aún se nos quiere hacer creer). No es casualidad que Estados Unidos pusiese tanto énfasis en la reconstrucción de Europa, los acuerdos de Versalles demostraron que no se podía dejar a los perdedores de una guerra abandonados a su suerte e hipotecados de por vida con unas sanciones estratosféricas, pero además se vio claramente que, ante el auge de la Unión Soviética se abría un nuevo frente geoestratégico y que la afiliación para la causa de Europa debía basarse en la asunción de la democracia capitalista como panacea del progreso. La estructura seguiría siendo la misma, pero cambiando algunos detalles, y en ellos está la génesis del modelo que ha llegado hasta hoy día. Ya en el 29 se empezó a utilizar la publicidad masiva como intento desesperado de dar salida a los bienes que cogían polvo en las estanterías y que sangraban el sistema. Ahí comenzó la importancia del bombardeo constante de hoy para que compremos sin descanso. Pero para que el consumo fuese generalizado había que soltar amarras con la explotación obrera, el sistema no podía mantener a una buena parte de su población como semi-esclavos, los trabajadores debían entrar a formar parte del cuerpo social de consumidores efectivos y para ello su poder adquisitivo debía crecer, había que poner en práctica leyes de protección laboral, social y salarial, había que poner en marcha el “estado de bienestar”, apoyado en socialdemocracias escarmentadas de la sangre vertida en pos del socialismo y el comunismo secular y en partidos liberales igualmente escarmentados por los excesos de la empresa capitalista feroz. La paz social se impuso como piedra clave del mantenimiento del sistema. Además, el neocolonialismo fue puesto en práctica como válvula de escape de las grandes corporaciones que en este “nuevo estado” vieron sus beneficios clásicos dejar de caminar de un modo tan boyante. Las emancipaciones nacionales no se vieron acompañadas de emancipaciones económicas, y las riquezas de América Latina y África continuaron bajo dominio extranjero, acentuadas más si cabe. El club Bilderberg, ese contubernio del dinero del que hoy cada vez oímos hablar más, pero seguimos sabiendo poco, nació entonces con la finalidad de controlar a nivel mundial los movimientos monetarios y los negocios de los grandes.
Este nuevo modelo aguantó bien durante décadas, pero el capitalismo, cuya razón de ser es la acumulación, no podía soportar durante mucho tiempo el hecho de saber que existían expectativas para seguir aumentando su riqueza y no aprovecharlas. Se comenzó a poner en cuestión el “estado del bienestar”, nacieron los neocons y las nuevas camadas ultraliberales se pusieron manos a la obra para empezar a desregularizar y demonizar al “estado paternalista”. Con Reagan y Thatcher a la cabeza comenzaron en los años ochenta nuevas prácticas del viejo capitalismo feroz. Sus huellas son rastreables y sus manifestaciones son muy evidentes, no hay más que mirar a nuestro alrededor:
- Se han privatizado empresas nacionales estratégicas, generalmente cayendo en manos de amiguitos y amiguetes, pero siempre bien colocados en la elite económica.
- Se dan pasos hacia la desarticulación del sistema de salud universal y las pensiones.
- Se apoya cada vez más la educación privada concertada y se depaupera la pública.
- Se externalizan cada vez más servicios oficiales de ayuntamientos y otras corporaciones públicas.
En definitiva se corre el rumor de que el Estado es una máquina de perder dinero y que todas estas cosas estarán mejor en manos privadas, olvidando lo que pasa cuando al sector privado le van mal las cosas, olvidando lo que puede pasar si la gestión privada aplica su sacrosanta ley de costes y beneficios. Estamos jugando con fuego con bienes de todos que costaron mucho conquistar.
Y mientras tanto se pare la GLOBALIZACIÓN. El último gran engaño, el último empuje hacia un sistema capitalista mundial sin fronteras, para que el dinero fluya de un lado a otro del planeta y las grandes empresas se apoderen de todo. Se nos vendió como un nuevo modo de entender el mundo, apoyado en la revolución tecnológica de las nuevas comunicaciones, en un paso de gigante hacia el enriquecimiento cultural, pero realmente ha supuesto un albadonazo a la cultura del dinero. Ha quedado de sobra demostrado que la globalización ha favorecido que la riqueza se acumule cada vez más en manos de menos. Las grandes muntinacionales se han fusionado y han fagocitado a las pequeñas, están destruyendo a ritmo vertiginoso los pequeños comercios y negocios, se están quedando con todo. Salid a la calle y mirad: siempre las mismas tiendas, siempre los mismos productos.
Pero para que esto sea posible es estrictamente necesario que el consumo se dispare. Por tanto seguimos manejando las mismas premisas que décadas atrás, pero como el capitalismo siempre quiere más había que inventar alguna nueva fórmula para que la inmensa mayoría de la población, occidental sobre todo, pueda consumir por encima de sus posibilidades: el crédito. No es un invento nuevo, pero ha sido en estas últimas décadas cuando se ha desarrollado de forma exponencial…e irracional.
Primero se nos ha bombardeado a publicidad, se nos han puesto los dientes largos con todo tipo de productos hasta que los hemos deseados y los hemos asumido como imprescindibles para nuestra vida cotidiana. En definitiva se nos ha generado un modo de vida a imitar. Por eso todos deseamos cosas, todos queremos un tele grande, varios coches por familia, varias vacaciones al año fuera de casa, teléfonos móviles a la última, tener quince pares de zapatos y muchos vestiditos en el armario, tener los mejores electrodomésticos. Todos queremos parecernos al señor del anuncio de la tele, aparentar ser prósperos, ser felices en lo material. ¿Pero eso es posible? Por supuesto. Ya lo decía Máster Card en aquel anuncio infame “CON LAS ILUSIONES DE TU HIJO NO SE JUEGA” o algo así decía mientras invitaba al sufrido padre a contraer una deudita pagando a crédito para que el nene pudiese vestir los últimos (y más caros) productos deportivos que visten sus ídolos.
Y así caímos en la trampa. Crédito, crédito, crédito. Los bancos tranquilos: “sus vidas están en nuestras manos, sus avales también”. Una pequeña ayudita: “crédito fácil”, dinero para todos, el consumidor es frágil, no piensa en los intereses, no lee la letra pequeña. Los pescaditos caen en la trampa, consumirán y consumirán, utilizarán nuestro crédito, se enterrarán con los intereses, trabajarán toda su vida para pagarnos a nosotros, y si por cualquier motivo no pueden pagar refinanciamos, eso sí, con mayores intereses y algunas comisioncitas extras por aquí y por allá. ¡VIVA LA USURA! Y mientras tanto a deslocalizar empresas, una vuelta al siglo XIX, a la búsqueda de países donde poder producir con sueldos de miseria productos de primer nivel para consumir en Occidente.
Y por si eso no fuera poco llegó la fiebre inmobiliaria. Todo el mundo comprando y vendiendo, generando créditos aún mayores, creando fortunas donde no las había, alcanzando cotas de paro inusualmente bajas gracias a un modelo temporal y efímero, alicatador de playas y costas, fagocitador del medio ambiente, pisos en alquiler por doquier, precios en alza, familias que para tener un techo necesitan dos sueldos, jóvenes imposibilitados para emanciparse, corrupción a la carta en ayuntamientos, recalifícame este terrenito…
Para cuando algunos quisieron dar la voz de alarma ya era tarde, y aunque no lo fuera pocos lo hubiesen oído, ciegos y sordos ante la orgía de bonanza. Además de no querer ver lo que estaba pasando no se sabía lo que ocurría con las maniobras paralelas del gran capital financiero, dedicado a mover de un sitio a otro dinero no existente, dinero que no se preveía iba a volver a la calle nunca, dinero ficticio para juegos de monopoly de los grandes ejecutivos. Bancos prestándose entre sí para vaya usted a saber qué compra de activos. Más dinero escrito en numeritos que real impreso en papel a la caza de beneficios multimillonarios año tras año. Y cuando explotó el escándalo de las subprime y hubo que empezar a hacer frente a pagos metálicos se encontraron con que no había y el cataclismo se puso en marcha hasta lo que hoy tenemos encima.
En Abril de 2008 la banca española expuso sus números: beneficio, por supuesto. Pero no tanto como lo habitual. Lo novedoso es que en aquel entonces tuvieron la desfachatez de pedir por vez primera al gobierno que había que ayudarles. ¿La banca pidiendo ayuda al Estado?, ¿a ese estado al que habían estado durante años pidiendo menos regulación, más libertad para sus especulaciones y chanchullos? ¿A ese ente que impide el libre y “natural desarrollo del mercado”? Su argumento es claro: son sector estratégico en la estabilidad del país y por tanto sería un suicidio dejarles caer. Y sin embargo…¿a quién le piden que gaste para reactivar el consumo que está en la base de la actividad económica? A nosotros, al ciudadano. Pero pese a ese rol clave en el sistema nosotros no somos sector estratégico, y si unos cuantos se quedan por el camino, pierden sus casas, sus negocios e incluso su vida no importa, somos muchos. ¿Por qué el señor Botín no se plantea avalar con sus bienes los problemas de su empresa en lugar de pedir ayuda a PAPÁ ESTADO? Nosotros sí que tenemos que hacerlo, ellos no, con los poderosos siempre hay trato deferente. Tuvimos que tragar con que en Estados Unidos se despidiese de sus empleos a los grandes ejecutivos que habían practicado esta economía dinamitera, pero se fueron con indemnizaciones multimillonarias y ahora están riéndose de todo en una playa cocotera. Aquí ya hemos tenido que tragar con que el Estado soltase una millonada para ayudar a los bancos. Con condiciones, eso sí. Tenían que reactivar el crédito a familias y empresas. ¿Lo han hecho? No. Están salvando sus números. Y el gobierno advierte, incluso la Unión Europea advierte, pero ellos se descojonan de todos.
Nos han embaucado, nos han engañado y ahora lo vamos a pagar. Y que alguien diga las cosas claras de una vez. En este mundo somos muchos para que haya para todos, y menos aún en un sistema hecho y pensado para el beneficio del rico. Las cosas nunca han ido tan bien como pretendían hacernos creer las maravillosas cifras macroeconómicas de las legislaturas de Aznar y la primera de Zapatero. Se han ido poniendo parches que distorsionasen la realidad. En el caso español todo comenzó con el mito del pleno empleo. España ha sido históricamente, desde siempre, un país con un paro estructural endémico. Nuestra riqueza natural y nuestro tejido industrial no daba para todos…por eso fuimos país de emigrantes. El sistema de empleo temporal que comenzó a instaurar Felipe González fue el primer paño caliente para maquillar los números. El empleo ascendía, pero los grandes informes no tenían en cuenta la precariedad y la temporalidad. Flexibilidad para el despido con el chantaje de promover la actividad empresarial, la inversión privada y la contratación. Luego el boom inmobiliario consiguió poner en el tajo a muchísima gente, atraer inmigrantes, conseguir nueva población que cotizase y pagase las pensiones de nuestros mayores, y así las cifras macroeconómicas seguían aumentando…pero la vida real, la microeconomía, el de pie de calle, navegaba en la deuda crediticia, maquillada como ya hemos explicado, pero viva gracias al circulante proveniente del crédito alegre. Cuando ese circulante ha cesado por las prácticas infames de banqueros e inversores todo se queda con el culo al aire. Cerrado el crédito que parecía eterno y nos mantenía a flote a muchos las empresas pequeñas quiebran y la gente va al paro, volvemos al desempleo estructural español de toda la vida al que hay que sumar el de los muchos inmigrantes que vinieron a salir de su miseria y a los que ahora se les rompe el sueño. Y el efecto miedo no ayuda, al que le queda algo le suena en la cabeza la campanita que advierte que es momento de nadar y guardar la ropa, y de ese modo caminamos hacia la parálisis y la tensión social.
Miremos de nuevo un poco alrededor. En este panorama ya hemos visto como en Inglaterra hay movilizaciones contra el trabajador extranjero, como se empiezan a proponer medidas proteccionistas del producto nacional, en Grecia ha habido disturbios de la izquierda anti-sistema y aquí ya se oyen por las calles comentarios del tipo “estos tíos están haciendo bueno a Franco”, lo cual no deja de ponerle a uno la piel de gallina. Si aquí el gobierno hace caso a los tiburones patronales que piden otro paso más hacia el extremo en la flexibilidad del despido, la huelga general será inmediata y comenzarán las tensiones sociales.
¿Qué va a pasar? Probablemente se estén buscando soluciones que hagan lo que se ha hecho hasta ahora: repensar el sistema sin salirse de él, buscar un parche duradero, que reorganice todo hasta que vuelva a quebrar la casa del rico. ¿Pero será suficiente? Ha sido tan flagrante lo que han hecho las altas esferas que muchos creen que no será bastante, que habrá que cambiar muchas cosas…pero dudo que lleguen al extremo de poner de una vez por todas coto al gran capital. El primer problema reside en que la política no se rige por principios políticos, sino económicos. El FMI, el Banco Mundial, la Unión Europea, los diversos grupos “G” son mucho más decisores que Naciones Unidas. Las grandes decisiones políticas están supeditadas en foros internacionales al refrendo del gran capital. De la derecha no espero nada, bueno, quizá sí, que no se deje llevar por oleadas populistas de corte extremo que tan fácilmente se expanden en momentos así. De la izquierda tradicional tampoco, y me refiero como tradicional a las socialdemocracias domesticadas que ya son amigas del rico. Hay que pensar en nuevos modelos que provengan de esa izquierda social insatisfecha, reivindicativa, denunciante, humanista y ecológica. Hay que repensar muchas cosas, hay que volver a leer a Marx, del cual se pueden discutir muchas cosas y responsabilizar por otras tantas, pero al que no se le puede negar su espléndido análisis del capitalismo (que el arzobispo de Munich lo citase para condenar las prácticas financieras amorales es todo un síntoma) y dejar de leerlo por las esquinas a escondidas (sobre todo desde la caída del Muro). Hay que poner coto a la cultura del dinero, la posesión acumulativa, la especulación, la explotación del Tercer Mundo y el deterioro del planeta. Parecen muchas cosas, pero todas tienen nexos. Hay que pensar en el mañana de forma nueva y, sobre todo, se necesita volver a movilizar políticamente a la gente. Precisamente esta desmovilización y la desinhibición de los asuntos públicos ha sido otro de los grandes triunfos del sistema: que la gente se aburra con la política, que vote, pero que no esté activa. ¡Cuánto nos cuesta salir a la calle! Es más, con ese tedio pocos son los que entienden que la política es fundamental en la vida de cada uno de nosotros, y que participar debiera ser un deber cívico para todos. Así vemos como hay gente que se quiere dedicar a la política para hacer de ella su modo de vida y otros que recurren a ella para afianzar e incrementar sus negocios y chanchullos así como los de sus próximos. Hay que redefinir muchas cosas.
Si tuviese las respuestas no estaría dándome de cabezazos contra las paredes viendo mi ruina personal y familiar; estaría recibiendo el premio Nobel. Pero lo que tengo claro es que tenemos encima una crisis de una incertidumbre monumental y que si no queremos consecuencias indeseables para todos habrá que ponerse manos a la obra. Habrá que activar foros de debate, habrá que ver si los políticos responden (nuestro querido Obama parece querer ponerse manos a la obra, pero a ver hasta dónde llega o le dejan, como también es cierto que Zapatero parece no querer ceder a ciertas presiones), y si no responden la sociedad que realmente quiera un cambio deberá hacerse oir. Imaginad que de pronto todos DECIMOS NO A LA DICTADURA BANCARIA, nos negamos a seguir llenándoles los bolsillos con sus intereses usureros y chantajistas, NOS NEGAMOS A PAGAR UN CÉNTIMO MÁS a su extorsión y ponemos el sistema patas arriba, ¿nos escucharán entonces? ¿qué van a hacer los bancos? ¿quedarse con todas nuestras casas? ¿a quién se las venderían? ¿nos meterían a todos en la cárcel? ¿a medio país?
Que alguien pare esta sangría. Que les frenen los pies. Que no nos estafen nunca más. Que no cabalguen libremente en su propio beneficio otra vez. Que el estado regule sus normas, comisiones, intereses e inversiones. Que los controlen porque son peligrosos.

martes, 20 de enero de 2009

ADIÓS, W.

Se acabó, se fue, se terminó. Aunque aún queden huellas de su paso para un cierto tiempo, George W. se ha ido. Tanta paz lleve como descanso deja. Decían que Ronald Reagan daba sentido a aquella máxima de que Estados Unidos es el país donde todo es posible porque cualquiera puede ser Presidente, pues bien, aquel resulta incomparable con este. A Reagan al menos se le pueden poner cosas en el haber, aunque su debe en ocasiones espante y más que espantará cuando seamos conscientes de que las primeras piedras del cataclismo económico de hoy las empezó a poner él junto a Margaret Thatcher.

Por tanto adiós al cowboy, al ignorante, a la sonrisilla de granjero recién peído, al conmigo o contra mí, al cataclismo estratégico, a las mentiras de estado, al capitalismo salvaje, al hombre tocado por el dedo de Dios, al vengativo, al torpe, al que esconde, al que llena el bolsillo de sus amigos, al adulador de cristianos integristas, al amigo del rifle, al Presdiente pucherazo. Adiós W.

Y en el fondo en el fondo, no creo que seas tan abyecto, muy en el fondo tengo la impresión de que has sido el tonto útil de quienes te pagaron tus campañas. Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, esos halcones negros de los que te rodeaste, con tanto que callar y tanto que cerrar en su caja fuerte. Ojalá algún día podamos cuadrar todo el beneficio que ellos han sacado de tu política exterior y encontremos la explicación a tanta mentira y tanto error inexplicable.

Pero esto será otra cosa. Otro día hablamos de la conspiranoia.

domingo, 11 de enero de 2009

2009: ¿EL AÑO DE OBAMA?

Se acabó el negro 2008. Arrancó el insondable 2009. Han pasado varios meses y muchas cosas desde que el Doctor se sentó al teclado por última vez.

El año del cataclismo económico se cerró con el "huracán Obama" como símbolo de esperanza. En verdad todo un hito en la historia que veamos encumbrado al primer presidente negro de los Estados Unidos. Pero cuidado, esto no es garantía de nada. Tuvimos que escuchar desatadas declaraciones de amor desde la progresía mundial olvidando que aún está por ver un demócrata estadounidense que sea realmente de izquierdas. Nos volvemos a olvidar que Estados Unidos es otro mundo, donde ni siquiera los conceptos que por el viejo continente manejamos con familiaridad significan lo mismo. Allí hablar de socialismo sigue siendo mentar a la bicha de la gran mayoría de la población. Así que tranquilos y a esperar. De entrada Obama ha dado dos síntomas que me parecen significativos: en primer lugar su intención declarada de reducir el poder de los lobbies, los cuales, como bien sabemos, condicionan con sus donaciones toda la estructura de candidatos y campañas y, a la postre, muchas de las políticas de la Casa Blanca. En segundo lugar, y más reciente, su decisión de poner al representante en la ONU bajo la tutela directa del Presidente, lo cual hace pensar que Obama quiere darle a la ONU un papel que hasta ahora venían despreciando los anteriores Gobiernos, especialmente en la reciente negra era de Bush Jr. Puede que estemos en la antesala de una reforma que haga de una vez que la ONU sea de una vez un órgano competente y respetado. Ya veremos. En el debe ya hay quien se está alarmando (por lo general los mismos que aclamaron su victoria) ante el silencio que guarda respecto de los acontecimientos en Gaza. Seamos cuerdos: Obama aún no es Presidente, Bush sigue al frente, ¿es lógico que actúe como si ya lo fuera? Creo, en principio, que su silencio está ahora justificado, veremos a partir del día 20.

Pero sin duda lo más destacable del triunfo de Obama es una conclusión a la que llegué al ver los resultados pormenorizados, es decir, Obama movilizó a sectores poblacionales que habitualmente no votan, a sectores desencantados, y lo hizo en torno al famoso YES, WE CAN, un mensaje de cambio y de esperanza, y lo que esto supone es romper un viejo axioma de los políticos cuando consideran que el electorado tiene miedo al cambio, que las propuestas arriesgadas no son bien acogidas y que el candidato que las enarbole corre el serio riesgo del batacazo en la urnas. ¿Recuerdan a Allende?, ¿recuerdan el primer triunfo de González en el 82?, sin ir más lejos...¿recuerdan el NO NOS FALLES lanzado a Zapatero en 2004? La política tradicional convierte en paradigma real el miedo a perder su propio estatus cuando lanza este tipo de mensajes, pero es incapaz de ver que, en situaciones complicadas, cuando aparece alguien que es capaz de aglutinar descontentos y hacer apuestas arriesgadas, aunque sean formales, rompiendo tabúes y normas no escritas, inunda de ilusión a un electorado precisamente carente de ella. Eso es lo que creo que ha significado por encima de todo el triunfo de Obama, la constatación de que el pueblo se encuentra a menudo falto de estímulos electorales aglutinantes, que le hagan sentir parte del cotarro, que les refuerce como pieza clave de la democracia. La constatación de que son necesarios muchos valientes en política. Sin ellos, elecciones en momentos de crisis es igual a discurso del miedo y voto conservador.

Que Obama luego nos decepcione es otro asunto...demos tiempo al tiempo.